martes, 20 de abril de 2021

FILOSOFAR ? Noooo !!!

“No nos distraigamos filosofando, acá vinimos a hacer negocios”

Varios (muchas veces)

Es muy común ver en las empresas mucha resistencia a hablar de filosofía, además de una enorme ignorancia al respecto (en la que me incluyo). Algunos la explican argumentando que la filosofía nos puede distraer de lo importante, algo paradójico ya que esta nos invita justamente a revisar las preguntas importantes, y hay quienes dirán ingenuamente que los negocios no tienen filosofía. Esta realidad se va construyendo desde la formación académica: las escuelas de negocio evitan e ignoran constantemente la filosofía. Sin embargo, dada la enorme influencia que tienen las posturas filosóficas frente a las decisiones que tomamos, y el impacto que estas tienen en la sociedad, fortalecer y promover los debates filosóficos en el mundo empresarial es esencial para su misma supervivencia. ¿Cuál es el sentido de trascendencia en nuestro día a día en una organización? ¿Cuál es la forma “correcta” o ética de actuar? ¿Cómo interpretar la realidad?    

Existe, por ejemplo, un debate muy vigente ligado a la trascendencia en todas las empresas en donde creo que la filosofía aportaría mucho: la búsqueda de un Propósito. En la última década las empresas han migrado del paradigma de la Visión y la Misión, al de un Propósito que exprese el valor social generado, lo cual celebro y promuevo desde mi trabajo en sostenibilidad. Sin embargo, he visto dos enfoques conflictivos sobre estos propósitos: el de la empresa como eje transformador, y el de la empresa que busca simplemente servir. Podría decirse que los propósitos transformadores son más cercanos a un humanismo ilustrado, donde, basados en virtudes intencionalmente definidas, las empresas buscan generar un cambio social determinado. Los de servir en cambio son mas cercanos a los estoicos (hasta donde los entiendo), con un llamado para aportar resolviendo retos particulares, observando la naturaleza (el entorno) y entendiendo como contribuir desde la función propia. 

Además de lo que aporta al debate, el segundo motivo por el que es urgente conocer y entender más de filosofía, es porque inevitablemente ya está en nuestra realidad. Esto, combinado con la falta de formación al respecto ya mencionada, nos hace a las personas en las empresas especialmente vulnerables. La velocidad de los cambios que enfrentamos, y la mayor exposición a los grupos de interés, multiplica la cantidad de causas, expectativas, y presiones a las que están expuestas las empresas. Si tuviéramos, por ejemplo, un mejor entendimiento del humanismo, o la capacidad de escudriñar los valores y los orígenes de cada causa (deconstruyendo como entiendo Nietzsche hacía hábilmente), creo estaríamos menos expuestos a tomar caminos tortuosos que al final podrían generar más sufrimiento que bienestar. 

Toda esta no es una discusión menor ya que de esto depende el nivel y la forma de participación de las empresas en la sociedad. Ya vemos empresas tomando posturas muy contundentes frente a gobiernos y otros grupos de interés (empresas, por ejemplo, que retiran operaciones de lugares donde estén en desacuerdo con alguna decisión política). Como ciudadanos, esto nos puede parecer muy bien, en la medida en que sean acciones con las que coincidamos, pero ¿qué pasa cuándo no coincidamos? ¿qué pasa cuando esas acciones generen algún sufrimiento (como muchas de las acciones que parten de buenas intenciones)? En este sentido, me inclino a preferir una empresa que, de una forma activa y consciente de su propia realidad y entorno, sirva a la sociedad resolviendo retos específicos, con una ambición sencilla y decidida de contribución social. 

Todos estos debates siguen abiertos, y este es apenas un llamado desde la ignorancia y el asombro que tengo cada vez que me acerco un poco más a la filosofía. Mi intuición me dice que si no rechazáramos la posibilidad de discutir (y entender mejor) las ideas de Kant, Rousseau, o Heidegger, podríamos tomar mejores decisiones en las organizaciones. Creo que si no tuviéramos miedo a (y si supiéramos como) usar palabras como estoicos, ilustración o existencialismo, las conversaciones en las empresas serían mucho más poderosas, la capacidad de los negocios de generar valor a las personas se multiplicaría, y el debate ético sería lo habitual.

PERDONEN LA POQUEDAD !!!


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