sábado, 8 de junio de 2024

CREEMOS O SABEMOS

 Estación de Confrontación: Lugar al que llegan aquellos que se aferran a sus propias convicciones sin cuestionarlas (aunque pensar exige interrogantes), los que recitan guiones aprendidos de memoria (confundiendo memorización con razonamiento), los que rechazan evidencias en favor de sus propias creencias, los que se enojan al ser contradichos (los fanáticos), los que reconocen la causalidad pero no distinguen entre causa y efecto, los que valoran el seguimiento histórico frente a los que prefieren recortar la historia a su conveniencia, los que eluden argumentar recurriendo a la evasión, y los que desvirtúan las preguntas para que cualquier respuesta sea válida. En fin, en esta estación convergen una variedad de personas: algunas exaltadas, otras serenas, algunas ancladas en el pasado (aunque este ya no exista y, por ende, pueda manipularse), y no faltan aquellos que viven en el presente, comprendiendo que este se forma a través de acciones y consecuencias.

Creer está relacionado con la fe, y esta puede ser benéfica cuando lo que se cree, aunque no pueda ser demostrado, es fundamental para vivir con valores, principios y humanidad. Como en el caso de los sufíes, quienes buscan la espiritualidad por encima de preceptos religiosos. Creer es alimentar el corazón para que, al observar el mundo, se llene de alegría y bondad.

Por otro lado, saber implica conocimiento que se aplica, se cuestiona y se perfecciona para disipar temores. Saber es un acto de libertad, una relación de reciprocidad como la planteada por Martin Buber. Saber nos lleva a comprender que todo sigue un orden, que los eventos fortuitos son interrogantes y que la realidad es una construcción que nos ubica en la experiencia del otro, evitando así vivir en la ignorancia. Sin embargo, parece que este entendimiento, que ha evolucionado desde las fuentes clásicas para dar sentido a la vida, no está operando en la actualidad.

Al igual que en épocas primitivas, la suposición prevalece sobre la evidencia, los temores eclipsan el conocimiento y la mentira y el odio tienen más influencia que la verdad. Al engañarnos, renunciamos al razonamiento y nos sumimos en el delirio, una afrenta a la inteligencia que corroe y debilita.

Estamos adoptando las peores presunciones basadas en datos sin un análisis riguroso, privilegiando las emociones sobre el pensamiento crítico y delegando el saber a las máquinas en lugar de ejercitar nuestra propia mente y práctica.

Como bien dijo Stanisław Lem: "La inteligencia es un arma de doble filo; puede salvarnos o destruirnos".


PEREDONEN LA POQUEDAD

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