jueves, 13 de enero de 2022

Llegar a la simplicidad es complejo.

Es más fácil calzarse unas zapatillas que alfombrar toda la tierra.”

Anthony de Mello


Nacemos ingenuos y felices, y la paradoja es que vamos dejando de serlo a medida que buscamos la felicidad en los objetos, en la materia. 

También en muchos casos y a medida que crecemos y envejecemos, la inteligencia nos lleva al pesimismo. Pero el pesimismo no es una buena base sobre la que edificar la felicidad, más bien es una parada necesaria en el camino de la sabiduría, junto con el escepticismo, pero nunca la estación final. 

La misma inteligencia que nos llevó al pesimismo o a la resignación debe devolvernos a la ingenuidad perdida, no como un medio para alcanzar la felicidad, sino como un fin. 

Y es en esa ingenuidad donde, de repente, emerge la humildad y la gratitud, ingredientes imprescindibles en el viaje hacia el centro del laberinto de la felicidad y para la construcción de una buena vida. 

Desde ellas valoramos lo esencial, lo simple, lo auténtico, lo honesto: la amistad, la belleza natural, el arte que nace de la entrega, la presencia de nuestros afectos, el valor de la vida, lo sagrado que reside en la piel de aquellos a quienes amamos, el lujo de lo esencial.

Llegar a la simplicidad es complejo. 

Especialmente en aquellas sociedades en las que constantemente se nos azuza y zarandea para que consumamos sin parar. Detenerse, reflexionar, apreciar lo que ya es, valorar lo que tenemos, practicar la gratitud como herramienta cotidiana de elevación de la conciencia y de contacto con la humildad. Esta última virtud es tan importante porque es la que nos permite que se revele la sabiduría de la vida.

Porque toda vanidad ciega, mientras que toda humildad revela y desvela.

Hacer la vida simple, libre de cargas innecesarias, vacía de tronos para el ego, nos conecta con lo esencial, con la desnudez, con el dejar ir, con la vida sin artificios.

Es en la ingenuidad y en la sencillez de los niños donde reside esa alegría sin objeto, que probablemente es la mayor fuente de felicidad.

Porque sin duda, el muro de la felicidad se construye de pequeños ladrillos de alegría.


Un fuerte abrazo y

PRRDONEN LA POQUEDAD 

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